Repantigado en la butaca, bajo la amarillenta luz que la claraboya desparrama por el taller, el pintor hojea un volumen de enciclopedia, ocioso, buscando biografías. Le gusta leerlas para compararlas con su vida, para inyectarse moral a costa de artistas que, como él, murieron ignorados por el público.
Casualmente, el pintor lee una entrada con su propio nombre. Se alza de la butaca, se acerca más a la luz. No hay duda, es su nombre, y va seguido de un artículo tan extenso como el de un Giotto, un Rembrandt o un Klee.
Lo lee con ansia. Reconoce los acontecimientos de su vida, aunque no comparte el criterio de selección: figuran detalles poco significativos y, al mismo tiempo, faltan hechos importantes para su trayectoria. Descubre, molesto, algún dato inexacto, se ruboriza al leer un episodio que imaginaba secreto. Pero lo lee con placer, porqué se le considera "uno de los creadores plásticos más singulares de entre siglos".
Sin embargo, el último párrafo lo hunde. Describe su muerte, justo a su edad actual. "Salió del estudio antes de la hora habitual -dice la enciclopedia-. Al cruzar, absorto en cavilaciones, la calle, fue embestido por un camión que no vio venir".
Cegado por lo que considera una burla fuera de toda medida, una maquinación sofisticada y macabra, inadmisible fuera quien fuera el autor, lanza el volumen al suelo, abandona con un portazo el estudio y, ofendido hasta el tuétano, absorto en cavilaciones, cruza la calle.
3 comentaris:
Primera versión.
VII. ANUNCIACIÓN
Relajadamente sentado, bajo una luz ocre que empapaba su estudio de pintor fracasado, Arnau Vendrell hojeaba una enciclopedia, ocioso, buscando biografías. Le gustaba leerlas y compararlas con su vida, y así inyectarse moral, a costa de artistas célebres que habían muerto ignorados por el público.
Arnau pasaba la mayor parte del tiempo recluido en su estudio; solo lo abandonaba para comer, o para dormir, en una casucha que tenia a un cuarto de hora de paseo.
El día en que Arnau hojeaba la enciclopedia se encontró con su propia biografía. “Vendrell Micó, Arnau –decía-: artista plástico.” Tan prolijo en líneas como el de un Piero della Francesca, un Rembrandt o un Paul Klee, el texto fue leído con la sobredosis de interés que la vanidad suma a la curiosidad. Arnau reconocía los hechos más destacados de su existencia, perplejo ante la divulgación de algún hecho inexacto, afrentado por algún episodio que suponía secreto, pero feliz, en definitiva, porque se sentía histórico. Estaba considerado como uno de los creadores plásticos más singulares del fin del milenio. Sin embargo, las últimas frases le produjeron una punzada en el corazón. Describían la manera como había muerto, justo a los cuarenta y tres años, su edad actual. “Vendrell salió de su estudio antes de la hora habitual –narraba la enciclopedia-, cuando camino de su casa, fue embestido mortalmente por una furgoneta.
Cegado por lo que consideraba una burla fuera de toda medida, una maquinación sofisticada y macabra, inadmisible fuera quien fuera el autor, el artista tiró el volumen al suelo, abandonó con un portazo su estudio, y, ofendido hasta el tuétano, se dirigió a su casa.
Genial, me encanta; me ha recordado un cuento de Cortázar, creo que es el de continuidad de los parques...
Gracias, gracias mil.
Tendré que buscarlo.
Publica un comentari a l'entrada