Después de una dilatada discusión, llegamos a un acuerdo. Nos levantamos de las butacas, me ofrece su mano, la estrecho. Mientras sonríe, su brazo crece y se prolonga vertiginosamente, sin pausa, hasta que su figura se aleja tanto que la pierdo de vista.
Suelto la mano con asco. Al caer al suelo, el brazo se convierte en una larguísima serpiente de cascabel que se desliza dibujando, con el tronco, arabescos indescifrables.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada