Bajas a la playa porqué está desierta, pero cuando entras en el agua miras hacia el paseo marítimo y ves un hombre con silla de ruedas, que se acerca y accede, por una rampa, a la arena. Es el primero. Un ciego guiado por un perro y un individuo con muletas comparecen seguidamente, protagonizando una viva discusión que hace que los mires. Nadas, pero cada vez que miras ves más minusválidos, hasta el punto que una multitud chillona entierra el silencio que buscabas. Algunos entran en el agua y, a su manera, hacen ejercicio. Pronto es difícil encontrar un hueco en la arena. Examinas escrupulosamente la turba: "Soy el único sano", te dices. No te atreves ni a sumergirte ni a bracear a placer, entre gente que se esfuerza para flotar. Sales del agua, te sientas en la orilla, sobre la arena dura. "Pobres -te dices-, no hay ninguno al que de gusto mirar", y piensas que quizá te odien porqué tienes un cuerpo íntegro, bien proporcionado. "Seguro que alguno me admira", te dices, arrogante. Pero entre los que te rodean no percibes ni odio ni admiración, sino indiferencia. Te incorporas, circulas entre ellos, con cuidado para no pisar a nadie, esperando apreciar alguna reacción, aunque sea fugaz... Nada, ni una mirada, ni el más mínimo gesto. Para ellos, no eres nadie.
Traducció al castellà del contes d'Espiral, de Manuel Baixauli
Ecllipse
Ante la apatía, la gordura y la torpeza del marido, ella recurría a los sueños para saciarse. Con un vecino de veinte años, con un vagabundo, con una estrella del cine...No había límites. Cada noche despegaba y cada mañana aterrizaba en la rutina.
En uno de los sueños, decidió no regresar. El marido, al despertar, la buscó inútilmente por la casa.
Días después, cuando le interrogaron, aseguró haber oído, durante las largas vigilias, suspiros y gemidos en la habitación.
En uno de los sueños, decidió no regresar. El marido, al despertar, la buscó inútilmente por la casa.
Días después, cuando le interrogaron, aseguró haber oído, durante las largas vigilias, suspiros y gemidos en la habitación.
Tienda
Siempre he tenido facilidad para la redacción, pero nunca había pensado en dedicarme a la
literatura. Allá por los años 60, me costeaba los estudios universitarios con trabajos mal pagados en horas no lectivas. Hubo un curso especialmente duro, en el que apenas acudía a clase. En tal coyuntura cabe situar un domingo lluvioso, Día de Difuntos, en el pueblo. Teníamos comida familiar, faltaban dos horas y el mal tiempo me impedía pasear por los alrededores. Me puse a vagar por
la casa, desasosegado. Subí al ático, me distraje inspeccionando cachivaches polvorientos. De todo lo que escruté, solo viene al caso el arcón de padre. Padre murió poco después de casarse, cuando yo aún no había cumplido un año. Era un eficiente tendero del ramo de la papelería. Cuando nos dejó, madre cerró el negocio.
Dentro del arcón había inventarios, facturas, libros de cuentas y el resto de papeles habituales en una tienda, polvorientos y amarillentos. El tufo de esos papeles es para mi el olor del padre desconocido. De vez en cuando reencuentro este olor y a padre cuando visito algún archivo, almacén o biblioteca con fondos antiguos. Pero regreso al arcón: en medio de los libros de cálculo había uno que, en voz de números, contenía textos, escritos a mano, con muchas correcciones, con añadidos en los márgenes. Leí un fragmento al azar... ¡Era ficción! ¡Y por la extensión, tenía todo el aspecto de ser una novela! Me acomodé bajo la única y deficiente bombilla que iluminaba el ático, y empecé a leer desde el principio.
Aún no había acabado el primer capítulo cuando me llamó madre. Era la hora de comer. Oculté el libro en un estante de mi habitación, para continuar leyendo.
Pregunté a madre si padre tenia afición por la escritura. "No -me dijo-, pero leia mucho".
Pocos libros me han impresionado tanto. Bajo el título Tienda, se desarrollaba una trama intrascendente en apariencia, en la que la sencillez de anécdotas y momentos cotidianos dejaba translucir, con refinada sutileza, un trasfondo siniestro, angustioso, terrorífico. El reducido espacio de la tienda -el mismo que ahora usábamos como vivienda, y que conservaba parte de su antiguo aspecto- se convertía en metáfora lúcida de las dudas, miserias y encantos de la vida.
La ortografía
necesitaba revisión. Decidí corregir el manuscrito, pasarlo a limpio y encuadernarlo para dar una sorpresa a la familia. Éste era el propósito, pero una
casualidad hizo que lo cambiara.
Mientras robaba horas al sueño para concluir el texto me enteré, a través de la prensa, que en Barcelona se convocaba un premio literario con una generosa dotación.
Tienda se adaptaba a lo que exigían las bases.
Gané el premio, y la obra fue publicada. La familia se alegró muchísimo; madre elogiaba reiteradamente la maestría con que había recreado el ambiente de un comercio. “Es el mejor homenaje que podías haber hecho a padre -me dijo, con los ojos húmedos-. “¡Si él pudiera verlo..!.”
Mientras robaba horas al sueño para concluir el texto me enteré, a través de la prensa, que en Barcelona se convocaba un premio literario con una generosa dotación.
Tienda se adaptaba a lo que exigían las bases.
Gané el premio, y la obra fue publicada. La familia se alegró muchísimo; madre elogiaba reiteradamente la maestría con que había recreado el ambiente de un comercio. “Es el mejor homenaje que podías haber hecho a padre -me dijo, con los ojos húmedos-. “¡Si él pudiera verlo..!.”
Tienda fue un éxito de ventas. Me llovieron propuestas de editores, de colaboraciones en la prensa...Me convertí en escritor profesional.
Pero yo no me creía con talento, y temía padecer un brusco descenso después de un éxito tan fulgurante. Me agarré a Tienda como a un flotador. Redacté Como escribí “Tienda”, donde inventé el proceso de documentación y elaboración de la obra. Fue considerado un análisis lúcido sobre el hecho creativo, se convirtió en lectura obligada en las facultades de letras, entre sus lectores había no pocos colegas de la escritura. La lista de títulos que siguieron es larga: Capítulos y epílogo de "Tienda" excluidos en la primera edición, Clientes, El paso del tiempo desde un mostrador, La sombra del tendero, Compras cotidianas...
Dependía tanto de Tienda que temí que el engaño fuera descubierto. Quemé el manuscrito de padre.
Pasaron los años. Mi obra, que inicialmente con Tienda, era de carácter popular, accesible a un amplio público, ganó prestigio. He recibido incontables premios, distinciones y reconocimientos. Ahora, cercanos ya los setenta años, son escasas las fuerzas y las ganas de seguir escribiendo. Yo no escribí "Tienda", mi último libro, es una confesión, una explicación detallada, exhaustiva y sincera de lo que he resumido aquí. Tenía una deuda con padre, y este texto, el más elaborado, es mi tributo.
Pero, Yo no escribí "Tienda", se ha convertido, para críticos y lectores, en la pieza clave de mi trayectoria; la obra, dicen, que me da el pasaje a la posteridad como un autor de ficción. De todos mis libros, es el más vendido y traducido. Tienda, en cambio, considerada una obra de aprendizaje, hace tiempo que no se reedita.
Pero yo no me creía con talento, y temía padecer un brusco descenso después de un éxito tan fulgurante. Me agarré a Tienda como a un flotador. Redacté Como escribí “Tienda”, donde inventé el proceso de documentación y elaboración de la obra. Fue considerado un análisis lúcido sobre el hecho creativo, se convirtió en lectura obligada en las facultades de letras, entre sus lectores había no pocos colegas de la escritura. La lista de títulos que siguieron es larga: Capítulos y epílogo de "Tienda" excluidos en la primera edición, Clientes, El paso del tiempo desde un mostrador, La sombra del tendero, Compras cotidianas...
Dependía tanto de Tienda que temí que el engaño fuera descubierto. Quemé el manuscrito de padre.
Pasaron los años. Mi obra, que inicialmente con Tienda, era de carácter popular, accesible a un amplio público, ganó prestigio. He recibido incontables premios, distinciones y reconocimientos. Ahora, cercanos ya los setenta años, son escasas las fuerzas y las ganas de seguir escribiendo. Yo no escribí "Tienda", mi último libro, es una confesión, una explicación detallada, exhaustiva y sincera de lo que he resumido aquí. Tenía una deuda con padre, y este texto, el más elaborado, es mi tributo.
Pero, Yo no escribí "Tienda", se ha convertido, para críticos y lectores, en la pieza clave de mi trayectoria; la obra, dicen, que me da el pasaje a la posteridad como un autor de ficción. De todos mis libros, es el más vendido y traducido. Tienda, en cambio, considerada una obra de aprendizaje, hace tiempo que no se reedita.
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