Traducció al castellà del contes d'Espiral, de Manuel Baixauli

GAVIOTAS

"¿De donde han salido tantas gaviotas?" se pregunta, en la playa desierta donde acostumbra a correr. Ve como se alzan a su paso, como planean.
Corre un buen rato, a ritmo constante, hasta que se para en el lugar habitual. Coge aire, hace gimnasia. Le gusta ese paraje, puede gritar, blasfemar, ser obsceno... Nadie le oirá. Se tumba sobre la arena, mirando las nubes. Cierra los ojos,  relaja, uno tras otro, todos los músculos del cuerpo; estático, con la boca abierta. 
¿Qué piensa? ¿Qué pasa por su cabeza cuando algo se precipita con ímpetu hacia su interior? Se retuerce, se aprieta el estómago, quiere vomitar... Es inútil: solo expele saliva.  Parece  una gárgola frente  a un mar que no para de reír. Entre espasmos, inicia el camino de regreso, huyendo de si mismo, buscando auxilio. Mientras, algo va creciendo en su interior.
Acelera rabiosamente la carrera y nota, perplejo, que el esfuerzo no lo fatiga. Al contrario, siente el cuerpo ligero como una pluma, y deja de percibir molestia alguna.
Poco a poco se eleva. Poco a poco, hasta que alcanza la altura del resto de gaviotas, que lo esperan. 




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àvida lectora ha dit...

1ª Versión

XIII. GAVIOTAS


El atleta se extrañó al ver tantas gaviotas juntas en la playa donde solía correr. Se elevaban a su paso y volaban, estáticas, bajo el cielo de octubre. El atleta dejó atrás el ocioso grupo y continuó corriendo a lo largo de costa desierta. Se paró en el lugar habitual, empezó a hacer ejercicios de gimnasia. Le gustaba ese lugar; podía gritar, ser blasfemo, obsceno o sanguinario: nadie le oiría. El atleta se tumbó en la arena con el rostro encarado hacia el azul pletórico, inalcanzable, sin nubes. Siempre había tenido el vacío encima de él y raramente lo miraba. Cerró los ojos, y el vacío pasó a ser como el fondo de un pozo. Relajó uno tras otro los músculos que había forzado durante la carrera, y quedó extático, con la boca abierta, casi sin vida. Imposible adivinar qué pensaba. Imposible imaginar qué pasaba por su cabeza cuando una forma incierta y vivaz penetró en el orificio abierto y le dio un sobresalto de asco o quizá de horror, el atleta se retorció, se apretó el estómago, quería vomitar, se ahogaba… Era tarde: solo podía expeler un infecta saliva que apagaba una y otra vez el ardiente esfuerzo. Su cara era una terrorífica gárgola ante un mar que no paraba de reír. Entre escrúpulos y espasmos, el atleta retomó el camino de regreso. Huía de si mismo para pedir socorro, mientras algo lo devoraba por dentro y lo invadía. El atleta aceleró rabiosamente la carrera para evadirse, y notó, perplejo, que no se cansaba, que invertía todas sus fuerzas y más, sin experimentar fatiga. Le pareció que su cuerpo era ligero como una microscópica chispa, y al cabo de nada dejó de sentir molestias. Ya había pasado todo. Todo había pasado ya. El atleta empezó a elevarse y alcanzó, poco a poco, la altitud de las demás gaviotas, que le esperaban.